domingo, 29 de marzo de 2015

Las andanzas y desventuras de Pol Amat


 


Pues sepa Vuestra Merced, antes que nada, que a mí me llaman Pol Amat, y que soy natural del pueblo de Matadepera, en Tarrasa.

Y como Vuestra Merced me ha pedido que le cuente el caso por extenso, me pareció contralo desde el principio para que tenga noticia completa de mi persona y también vea lo mucho que me ha costado en esta España de hoy en día convertirme en una leyenda del deporte y un ídolo de los pequeños aficionados.

De mi infancia no tengo mucho que contarle. Solo sepa Vuestra Merced que desde mis inicios quise ser como mi padre y como mi abuelo, y siguiendo sus pasos he logrado llegar a la cima desde la que hoy le escribo. Con algo más de edad tuve la gran suerte de contar con dos familias, cada cual mejor que la anterior, y disputar con ellas los primeros torneos nacionales e internacionales de mi carrera.

Llegada mi juventud ya era un gran jugador, y mi dedicación y ambición me llevaron a ganar junto con mi equipo varias medallas y trofeos de los que hoy me siento orgulloso. Sepa Vuestra Merced que durante estos años llegué a superar las metas que de pequeño me parecían inalcanzables, y a lograr unos objetivos que ni me había propuesto, como ser nombrado en 2008 el Mejor Jugador del Mundo por la FIH.

Así mi vida continuó hasta que llegó el día por el que Vuestra Merced se interesa. Todo comenzó en mayo de 2013 cuando, como Vuestra Merced sabrá, muchos clubes de toda España se estaban preparando para disputar la esperada Copa del Rey. Aunque ya había pasado por ese momento muchas veces, sentí que este era diferente, que unos nervios inexplicables para cualquier persona que no estuviera en mi lugar recorrían mi cuerpo sin descanso. Le diré a Vuestra Merced que fueron esos los mejores partidos de mi vida y que habría parado el tiempo si hubiera podido, porque la decisión ya estaba tomada, con lo que, después de varios meses de una dura lucha interior, me armé de valor y comuniqué que tras una carrera plagada de éxito, llegó el momento de colgar el stick.

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